5.11.08

¿Nos esperanzamos con Obama?

Esta es una nota que se público hace un par de semanas en un medio gráfico nacional. Tiene una postura netamente pesimista sobre la capacidad de cambio que pueda llegar a tener Barak Obama.

Nosotros, mas allá de no ser necios, pensamos que es infinitamente mejor que haya sido él quien haya ganado y no esta dupla

Sin embargo, es una opinión válida y aca la pegamos.

Las patas de la mentira
John Pilger (Periodista, escritor y realizador australiano. Dirigió más de 60 documentales)

Los funcionarios de ambas orillas del Atlántico perseveran en “sostener la ficción” sobre su política exterior. Desde el compromiso con el genocida camboyano Khmer Rouge hasta el escamoteo de vacunas y demás ayuda humanitaria a los niños de Irak, mi experiencia con la Cancillería británica es que una sistemática cultura de la mentira sigue en pie.

Si pensamos en casos como el de la isla Diego García, en el océano Índico, a cuyos habitantes Estados Unidos expulsó en 1968 para instalar una base, actual centro de tortura en su “guerra contra el terrorismo”, la carrera hacia la Casa Blanca se vuelve surreal. Mientras los medios beatifican a un Barack Obama presidente, el “candidato del cambio” atribuye la riqueza de su comité de campaña a pequeñas donaciones individuales, aunque también recibe fondos de los mayores piratas de Wall Street. Y vota una y otra vez a favor de financiar las rapaces guerras de George W. Bush. Ahora pide más guerra en Afganistán, mientras amenaza con bombardear Pakistán.

Desechando las democracias populares de América Latina, Obama respaldó el “derecho” de Colombia “a combatir a los terroristas (...) fuera de sus fronteras”, por el bien de Estados Unidos. Poco tiempo supimos que el régimen de Álvaro Uribe, entrenado por Washington y Londres, es responsable de más del 90% de los casos de tortura. La lección aprendida es que ningún candidato presidencial –y menos que nadie un demócrata que nada en el dinero de gánsteres de las finanzas– desea desafiar a un sistema militarizado que lo controla. La tarea de Obama es presentar una apariencia benigna que reviva las pretensiones democráticas y garantice que nada sustancial cambie. Entre los norteamericanos desesperados por una vida segura, su color de piel debe de hacerle recobrar esa “confianza” injustificada, aunque su tonalidad es similar a la de Colin Powell, que mintió a la ONU por Bush y ahora apoya a Obama.


Por Santi Grandi & Chueco García

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