24.5.12

Atahualpa

Atahualpa Yupanqui, homenajeado en la noche del martes, ya miércoles. Acá, un breve resumen de cuestiones encontradas en la red.
Hablamos de Atahualpa, un tipo cuya popularidad fue construida a contramano de los cánones de la industria del espectáculo. De un icono y un emblema, figura capaz de representar en una medida amplia la idea de “la cosa criolla”...

Atahualpa, el faro para cualquier artista. Por enseñanzas como éstas...

- "La mayoria de los cantores cantan pero callan, a otros los callan, pero hay cantores que nunca callan, su voz y su verso siempre estan prensente aunque ya no esten con nosotros."

- "Decía mi mamá: Hay cosas que no se compran en la botica de la esquina. Hay que hacer la enorme y costosa diligencia de adquirirlas con el espíritu, y eso cuesta."

- "La música es una de las cosas que puede salvar al mundo, porque un hombre que busca y encuentra y se solaza horas y días y años y años luz, a través de generaciones, con la belleza, ¿qué otra cosa puede querer que un mundo mejor?"

- "Yo camino por el mundo. Soy pobre. No tengo nada. Sólo un corazón templado, y una pasión: la guitarra."

- "Los pueblos, los hombres se enfrían por ausencia de espíritu. Pero estamos nosotros, con pedernal y yesca, con melodías y cantares, poemas y reflexiones, alto desvelo y sueños de todo tipo, para entibiar las horas de aquellos que no quieren congelarse todavía."

- "Si tú eres el elegido, si has sentido el reclamo de tu tierra, si comprendes su sombra, te espera una tremenda responsabilidad. Puede perseguirte la adversidad, aquejarte el mal físico, empobrecerte el medio, desconocerte el mundo, pueden burlarse y negarte los otros, pero es inútil, nada apagará la lumbre de tu antorcha, porque no es sólo tuya. Es de la tierra que te ha señalado.”



---

El 23 de mayo de 1992, hace precisamente dos décadas, partía Atahualpa Yupanqui (nombre de alta raigambre incaica, con que se rebautizó el que se llamaba Héctor Roberto Chavero). Fue en la madrugada de aquél lejano día. Lejos estaba él, de aquellos valles y cerros que supo escuchar y cantar...

... Por sobre cualquier categoría comparativa Yupanqui resulta tal vez hoy más que nunca un artista único. No sólo porque en él confluyen de manera precisa el poeta, el narrador, el músico y el viajero, sino porque su descendencia artística son todos y ninguno. Son más numerosos sus ácidos comentarios que sus elogios hacia otros artistas, acaso jóvenes que buscaban su bendición. Esencialmente abominaba la maquinaria espectacular del folklore y sus artífices...

"Es un honor demasiado grande para mí que se llame con mi nombre a este escenario ya consagrado por tantas voces; también podría llamarse Buenaventura Luna o Acosta Villafañe o Hilario Cuadros, como también podría llevar el nombre escondido de algún paisano de mi pueblo (...) Ojalá, en nombre de ellos, que el mío se conserve por mucho tiempo, pero que se borre si desde este escenario alguna vez se llegara a cantar a los dictadores", dijo Atahualpa en 1972 cuando agradeció que le hayan puesto su nombre al escenario del Festival del Folklore de Cosquín...





---

El testamento de Atahualpa Yupanqui - Por Rodolfo Alonso .

A veces me pareciera intuir que, como ya dijo Ortega para el hombre, también las cosas tienen su circunstancia. La capataza, ese libro de Atahualpa Yupanqui publicado en 1992, me llegó casi al mismo tiempo que la noticia de su partida (ocurrida al sur de Francia, ese 23 de mayo) y, sin embargo, entre el auténtico dolor por semejante pérdida y las habituales efusiones de rigor que prodigaron los medios –harto merecidas en este caso–, me sorprendí con la alegría de reencontrarlo, vivo, en esas páginas. Que eran una cabal reafirmación de su lirismo pero que... editadas apenas un mes antes de su partida... se volvían sin duda un testamento.

Bajo la clara metáfora del título, esa “luna del cielo” a la que nombra, tan sugestivamente, “capataza / de todo lo que amo y lo que dejo”... ese libro reúne textos y poemas de toda una vida tan íntimamente rica como generosamente prodigada. No por casualidad tuvo el orgullo y el honor... bien limpios, de lograr ser escuchado –aún fuera del país– sin desdeñar su hombría de bien, su dignidad de artista, creando con su sola presencia un aura de respeto leal y de calor humano, donde se recreó el antiguo diálogo del hombre con la voz y su música, con la verdad y su misterio.

Fue suyo y supo ser de todos, sin duda porque supo ser él mismo, con todo, íntegramente y, por serlo, puede ser tan nuestro. Separadas en aquel libro de su guitarra nítida, indeleble, de eso que constituye la canción lograda... sus palabras se revelan en su plena honestidad. Había en él también, y es comprensible, un don de lenguaje como había un don de oído, y esas páginas nos devuelven la nobleza pausada de su acento, el poderío de su lengua.



---

Nacido en la bonaerense Pergamino para 1908, a los siete años ya se afincó en Tucumán. De su padre ferroviario heredó la pasión de los viajes y si anduvo todos los caminos... primero fueron los del Norte y la Argentina entera, luego la América limpiamente mestiza y... más tarde, Europa, Japón, el mundo.

Junto con el tango en su era de esplendor, allá por los cuarenta, el arte de Atahualpa Yupanqui y de otros como él (¿quién puede olvidar a Manuel Castilla y Cuchi Leguizamón?) me impregnaron, desde niño, como el más puro y auténtico folklore de este suelo. Sólo ya de muchacho... buscando entender... descubrí que esa música honda y contenida, que esa palabra encendida no era la voz anónima del pueblo, sino que tenía autor, autores, creadores.

Pero más adelante comprendí, ya adulto, que esos autores eran en realidad, de modo inmanente.. recreadores, retransmisores de una sabiduría también honda y encarnada, que si se nos hacía propia a los que queríamos llegar a ser argentinos no dejaba de tener ancestros, muchas veces insospechados. Que esos ancestros fueran los indios primigenios, los auténticos naturales de estas tierras no era sorpresa alguna, pero sí que se entremezclaran allí coplas y tonos y hasta instrumentos de otros orígenes, que inclusive se habían llegado a imaginar conquistadores.

Hoy, y no sólo asolados por su ausencia, se nos hará más difícil alentar una esperanza tan reparadora. Las fuentes antaño espontáneamente fecundas de la creatividad popular, mucho me temo que hoy parecen cegadas por los miasmas deletéreos de la sociedad de consumo masivo. Esa sociedad donde lo espectacular y lo estruendoso digitado por los medios conspira –cuando no la anula– contra la recogida comunión con un artista legítimo, que no apela sino a su voz y su guitarra, cantando casi como para sí mismo. Y, como puede comprobarse precisamente en las páginas de La capataza, fue el mismo don Ata quien lo percibió, ya el 30 de mayo de 1936: “Y en Buenos Aires el folklore seguirá siendo para algunos una misión, para otros algo que está de moda, y para la gran mayoría una industria”.

Como los desolados colegas que despidieron su ataúd en París, el 28 de mayo de 1992, cuando lo devolvían a su tierra, a su Cerro Colorado, no podemos dejar de sentirlo presente. El sabía, como tantas otras cosas, que los poetas “Sienten cuando los ronda de cerca el gran silencio; cuando se les va acercando, cada día, cada semana, como una sombra amplia, amada, nunca desconocida, el silencio”. Y por eso podemos decir de él, contra el silencio, lo que él supo decir a la muerte de Félix Pérez Cardozo: “Difícil será oír en adelante un arpa como la suya”. Sólo que poniendo en sus manos, claro, para siempre, la guitarra de siempre.

* Poeta, traductor, ensayista




Y cuando llegamos al cierre del bloque homenaje al gran Ata, nos quedamos enfocados particularmente en una frase que nos llegó bien hondo.

"Fue suyo y supo ser de todos, sin duda porque supo ser él mismo, con todo, íntegramente"