30.7.12

Selección de básquet / Partido #1 Juegos olímpicos

El plan perfectoArgentina le ganó a Lituania haciendo lo mismo que viene haciendo durante una década

Por Pablo Cheb Terrab


Parece mentira, pero desde hace casi diez años, desde que fuera segundo en el Mundial de Indianapolis 2002, este equipo se alimenta de lo mismo: pelota al base, que usa la cortina del pivote para lanzar al aro o aprovecha el desmarque para concretar la asistencia. Pick and Roll, le dicen los que saben de básquetbol. Desde allí, Argentina construye su básquetbol de grupo en ataque: genera un espacio para el tiro en el poste alto, abre lugar para un triple desde la esquina, Y todo por un grandote que se le planta a un defensor.

Los protagonistas del secreto repetido varían, pero no tanto. Eran Ginóbili y Scola (y Pepe Sánchez junto a Oberto) en Atenas 2004, cuando Argentina ganó el oro olímpico por primera vez. Fueron Ginóbili y Scola (junto con Prigioni y Oberto otra vez en Beijing 2008). Ahora que falta Oberto y ya no está Pepe Sánchez, son Ginóbili y Scola (con Prigioni o y algún otro hombre grande) en Londres 2012.

Nocioni y Delfino, parte del quinteto titular en este primer partido del seleccionado en los Juegos Olímpicos, frente a Lituania, también destilan pasado. Uno puede rastrear sus participaciones hasta el origen de este grupo que consolidó su apodo con un oro y un bronce: la generación dorada. Lo mismo puede decirse de Leo Gutiérrez.

Como si eso fuera poco, en el banco, el asistente de Lamas es Sergio Hernández, entrenador en el último ciclo de estos jugadores.

La cuestión es que, para que algo funcione cada vez y no pueda ser neutralizado hay que alcanzar un nivel de excelencia casi total. Garrincha enganchaba siempre para el mismo lado y no lo podían parar. Jordan echaba su cuerpo hacia atrás en un tiro incontenible. Scola -de pie señores- pone el cuerpo para cubrir su gancho, o se vuelve infalible desde la línea de tiro libre o aguanta al defensor contra el tablero. Ginóbili se manda en una penetración y hace malabarismos para encontrar la alternativa correcta. Prigioni avanza y tira el pase picado, hacia atrás, donde alguien espera. Siempre igual, pero imparable. Pregunten, si no, a los lituanos, que lo intentaron todo, hasta la rudeza, para detener el enredo perpetuo que propusieron los de Lamas, una y otra vez, y no pudo evitar una paliza.

Es notable, y la experiencia lo enseña: la continuidad en el deporte, el respeto por un plan específico funciona de manera extraordinaria a largo plazo. Esto se aplica por partida doble a este equipo: repitió tantas veces la misma jugada que ya le sale formidablemente bien. Y lo hizo en un proceso de años que respetó nombres y formas.

Si al repertorio le agregamos una defensa sacrificada, ubicada y prolija, lograremos entender que durante la noche del domingo, en un estadio netamente volcado hacia el rival y ambientado a la moda de la NBA -puro show, porristas, pantalla gigante y ganas de involucrar al público- Argentina hizo lo que sabe hacer y lo hizo con la convicción de un equipo que sabe jugar partidos duros. Fue aplicado y logró una noche casi perfecta.

Porque la edad es factor en varios sentidos. El quinteto inicial del conjunto nacional suma 163 años de edad (un promedio de 32, 6), lo que lleva a que le duelan las rodillas pero también a que no le tiemble el pulso ante ningún escenario. Tiene experiencia: ocho de sus integrantes participaron en Beijing y cuatro lo hicieron también en Atenas. Que Campazzo, el más joven de los seleccionados, haya jugado apenas más de un minuto en la primera mitad del primer duelo de la competencia no es una casualidad. Tampoco que, con más participación en la segunda parte, juegue bien y haga lo mismo que hacía el reemplazado.

El resultado (102-79) no es tan importante como las señales positivas que quedaron del debut. La prolijidad en el manejo, la paridad que se mantuvo en los rebotes, el buen trabajo defensivo en general y el nivel altísimo de sus cuatro figuras principales abren el abanico de una esperanza sólida.

Hubo cierta sensación de alivio esperanzador: nadie lo esperaba tan fácil. Argentina sacó 17 puntos en el tercer cuarto para asegurar un paseo tranquilo por el estreno. Y si había alguna duda acerca de la entereza competitiva de este conjunto, posiblemente desterrada a manos de la nostalgia que genera cualquier despedida, quedó definitivamente sepultada tras la convincente actuación frente a un buen equipo que no pudo neutralizar la simpleza ensayada del conjunto albiceleste.

"Yo no siento este torneo como una despedida", asegura Scola cada vez que le ponen un micrófono delante. Junto con Delfino, resultó determinante para encontrar desequilibrio. Uno se destacó como siempre, con su aporte cerca de ambos aro y se despachó con 32 puntos. El otro se mostró como lo necesita el país: con ganas de liderar ataques, veloz hasta lo irreconocible y preciso con sus tiros a distancia.

Probablemente el pivote haya empezado a contagiar el mensaje por el vestuario. Se nota claramente que Manu no está pensando en irse: está pensando en jugar. En el primer partido, estuvo extraordinario. Está claro que a esta altura, el grupo sabe bien que su fuerte no está en el potencial, sino en el presente (o, dirá algún pesimista, en el pasado). Pero mientras pueda mantener en el transcurso de los partidos la intensidad física que mostró ante Lituania -y mientras no sufra el rigor de la competencia con la sucesión de partidos- será un rival complicado para cualquiera que se le ponga enfrente.

Haciendo lo mismo con distinta gente, o con la misma, pero haciendolo bien. Una y otra y otra vez.

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