Vivimos el tiempo de la transvaloración total de los valores
y de los significados de las palabras. Escribo estas líneas en caliente y como
el vomito de aunque sea un ser humano que no ve motivo de sonrisas ni de chistes
ahí donde la publicidad se encarga de vaciar de contenido perspectivas
trascendentales para la vida del ser humano. Definiciones como
"libertad", "elección", "igualdad". En estos
momentos, resulta que proclamas libertarias (que aun con sus grandes
contradicciones le significaron a la humanidad un salto cualitativo) son parte
de los slogans de corporaciones hegemónicas y más poderosas que naciones
enteras. Que el servicio de Internet de Telecom nos hable de libertad e igualdad
resulta repulsivo. A la vez ellos se configurarán en la plataforma para que
nosotros, haciendo valer nuestra subjetividad, le hagamos conocer al mundo
nuestro mensaje. Nefasto. Derrota cultural absoluta. Esto que digo es lo que me
pasa y es lo que quiero aunque sea brevemente aquí denunciar.
Declaro que siento arcadas cada vez que definiciones y
símbolos tan fuertes como los descriptos son impunemente utilizados por
empresas privadas cuya única finalidad es maximizar ganancias. Denuncio el
carácter inadmisible de que le quiten toda la sustancia a definiciones que son
perspectivas que podrían radicalmente cambiar la enajenada manera de vivir de
las sociedades occidentales. No tolero que estas empresas, que no dudan en
soberanamente cagar a cuanto cliente sea necesario cuando sea necesario
(siempre) y en explotar y psicopatear a sus empleados, sean los portavoces de
ideas tan fuertes y esenciales como la libertad de la especie o la capacidad de
escoger la vida que se quiere vivir. Y no lo tolero porque lisa y llanamente es
una falsedad que no solo insulta nuestra inteligencia, sino que se apropia de
definiciones que no les pertenecen. De allí la noción de derrota cultural. Los
explotadores nos hablan de libertad y elección. Dentro de poco, va a resultar
que Mauricio Macri es el prototipo de defensor de los derechos humanos en
nuestro país. Las palabras y las definiciones, como se ve, han decididamente
perdido todo sentido. El contenido ha sido vaciado, solo importa el continente.
Yo no puedo admitir, no lo puedo soportar, que varias de las corporaciones más
grandes del planeta me hablen de libertad.
De la misma manera no puedo admitir a los portavoces de esas
gigantes empresas, personajes -la mayoría- de dudosos prontuarios, que por –imagino-
saludables cheques prestan sus caras y sus figuras para ser las imágenes de
tales compañías. Otroras roqueros, devenidos en paparulos mediáticos que no
hacen reír ni a su hermano, siendo representantes lideres de una corporación
mexicana de celulares. Y resulta que somos "ilimitados", y tenemos
todo el poder en nuestras manos por un peso por día para Internet. Por favor.
Enajenamiento total. Irrespetuosos. No tienen excusas para no saber cómo
hicieron sus fortunas esas empresas a las que les dan sus caras. Si lo saben y
el dinero les importa más, son mercenarios. Sino lo saben, son de los ignorantes
peligrosos.
Speedy hablándonos de que nos venden más libertad (o sea más
Internet), a tantos pesos por mes. Lo mismo para un competidor directo, Telecom
y su Arnet, que no duda en usar las mismas herramientas. Ejemplos acabados del
cinismo capitalista. El imperio del capital ha hecho estragos en un mundo al
que ha saqueado y contaminado, con una humanidad a la que ha lanzado a la
desesperación y todas las adicciones y enfermedades mentales imaginables, pero
aún así no duda en seguir vistiéndose de salvador. Los mismos que destruyen la
madre tierra, nos venden el mundo ecológico y verde, paradigma con el que el
capitalismo pretende reinventarse en este siglo. A su vez las empresas que
concentran la mayor cantidad de denuncias por abusos y recontra abusos sobre
sus clientes, son los promotores de la libertad.
Pero ahí en el medio estamos nosotros, los siempre
responsables y por tanto siempre cómplices. Los que se ríen por el chiste de la
abuelita que chatea, o los que se calientan con María Eugenia Suárez, bella
imagen de todo lo ilimitado que tiene para ofrecernos el imperio Claro. A
nosotros nos venden de todo, todo el tiempo, y creemos que lo que hacemos es
comprarnos así un futuro. Tengo una noticia: un futuro, así, no es tal.
No obstante los sanos, constructivos y sustentables cambios
que se vienen dando, es un deber como habitante de este entramado -del nadie
nos preguntó si queríamos formar parte- hacerse estas preguntas. Interpelar e
interpelarnos. El imperio de los tiempos huecos de emoción sigue haciendo
estragos en nuestras subjetividades. La transvaloración de todos los valores es
ya absoluta.
Debería darnos vergüenza vender con nuestras caras este
diseño controlado, ordenado e híper conectado de mundo. De la misma manera,
debería resultarnos indigno comprarlo sin miramientos.
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