26.10.12

El vomito

"Son los tiempos que están huecos de emoción"


Vivimos el tiempo de la transvaloración total de los valores y de los significados de las palabras. Escribo estas líneas en caliente y como el vomito de aunque sea un ser humano que no ve motivo de sonrisas ni de chistes ahí donde la publicidad se encarga de vaciar de contenido perspectivas trascendentales para la vida del ser humano. Definiciones como "libertad", "elección", "igualdad". En estos momentos, resulta que proclamas libertarias (que aun con sus grandes contradicciones le significaron a la humanidad un salto cualitativo) son parte de los slogans de corporaciones hegemónicas y más poderosas que naciones enteras. Que el servicio de Internet de Telecom nos hable de libertad e igualdad resulta repulsivo. A la vez ellos se configurarán en la plataforma para que nosotros, haciendo valer nuestra subjetividad, le hagamos conocer al mundo nuestro mensaje. Nefasto. Derrota cultural absoluta. Esto que digo es lo que me pasa y es lo que quiero aunque sea brevemente aquí denunciar.

Declaro que siento arcadas cada vez que definiciones y símbolos tan fuertes como los descriptos son impunemente utilizados por empresas privadas cuya única finalidad es maximizar ganancias. Denuncio el carácter inadmisible de que le quiten toda la sustancia a definiciones que son perspectivas que podrían radicalmente cambiar la enajenada manera de vivir de las sociedades occidentales. No tolero que estas empresas, que no dudan en soberanamente cagar a cuanto cliente sea necesario cuando sea necesario (siempre) y en explotar y psicopatear a sus empleados, sean los portavoces de ideas tan fuertes y esenciales como la libertad de la especie o la capacidad de escoger la vida que se quiere vivir. Y no lo tolero porque lisa y llanamente es una falsedad que no solo insulta nuestra inteligencia, sino que se apropia de definiciones que no les pertenecen. De allí la noción de derrota cultural. Los explotadores nos hablan de libertad y elección. Dentro de poco, va a resultar que Mauricio Macri es el prototipo de defensor de los derechos humanos en nuestro país. Las palabras y las definiciones, como se ve, han decididamente perdido todo sentido. El contenido ha sido vaciado, solo importa el continente. Yo no puedo admitir, no lo puedo soportar, que varias de las corporaciones más grandes del planeta me hablen de libertad.

De la misma manera no puedo admitir a los portavoces de esas gigantes empresas, personajes -la mayoría- de dudosos prontuarios, que por –imagino- saludables cheques prestan sus caras y sus figuras para ser las imágenes de tales compañías. Otroras roqueros, devenidos en paparulos mediáticos que no hacen reír ni a su hermano, siendo representantes lideres de una corporación mexicana de celulares. Y resulta que somos "ilimitados", y tenemos todo el poder en nuestras manos por un peso por día para Internet. Por favor. Enajenamiento total. Irrespetuosos. No tienen excusas para no saber cómo hicieron sus fortunas esas empresas a las que les dan sus caras. Si lo saben y el dinero les importa más, son mercenarios. Sino lo saben, son de los ignorantes peligrosos.

Speedy hablándonos de que nos venden más libertad (o sea más Internet), a tantos pesos por mes. Lo mismo para un competidor directo, Telecom y su Arnet, que no duda en usar las mismas herramientas. Ejemplos acabados del cinismo capitalista. El imperio del capital ha hecho estragos en un mundo al que ha saqueado y contaminado, con una humanidad a la que ha lanzado a la desesperación y todas las adicciones y enfermedades mentales imaginables, pero aún así no duda en seguir vistiéndose de salvador. Los mismos que destruyen la madre tierra, nos venden el mundo ecológico y verde, paradigma con el que el capitalismo pretende reinventarse en este siglo. A su vez las empresas que concentran la mayor cantidad de denuncias por abusos y recontra abusos sobre sus clientes, son los promotores de la libertad.

Pero ahí en el medio estamos nosotros, los siempre responsables y por tanto siempre cómplices. Los que se ríen por el chiste de la abuelita que chatea, o los que se calientan con María Eugenia Suárez, bella imagen de todo lo ilimitado que tiene para ofrecernos el imperio Claro. A nosotros nos venden de todo, todo el tiempo, y creemos que lo que hacemos es comprarnos así un futuro. Tengo una noticia: un futuro, así, no es tal.

No obstante los sanos, constructivos y sustentables cambios que se vienen dando, es un deber como habitante de este entramado -del nadie nos preguntó si queríamos formar parte- hacerse estas preguntas. Interpelar e interpelarnos. El imperio de los tiempos huecos de emoción sigue haciendo estragos en nuestras subjetividades. La transvaloración de todos los valores es ya absoluta.

Debería darnos vergüenza vender con nuestras caras este diseño controlado, ordenado e híper conectado de mundo. De la misma manera, debería resultarnos indigno comprarlo sin miramientos.


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