29.1.13

Prólogo del primer ensayo de Santiago Grandi, cortesía del enorme Carlos Del Frade



Invitación a manera de prólogo

En estos días parece que la magia es propiedad de Harry Potter y de muy pocos más.
Los vientos de la historia arrasaron con el poder de las palabras y aunque el idioma castellano siga creciendo como segunda lengua en Twitter, no son pocos los que arriesgan el apocalipsis de los libros y la reducción de lo oral a su mínima expresión.

Por eso es necesario detenerse frente a estas páginas que aquí empiezan a desplegarse.

Se trata de apuntes, reflexiones, dudas y certezas de un joven periodista que todas las noches cuando surgen los nuevos días, irrumpe desde un micrófono de una estación de frecuencia modulada con la intención de hacer pensar, de compartir sentimientos, ironías y diferentes necesidades existenciales. Como todo arsenal dispone de sus palabras y la música. Poca logística para enfrentar esta cultura aparentemente reducida al interés, la mezquindad y la especulación. Porque como decían las grandes locutoras y los grandes locutores de hace cuarenta años, la radio es mágica y mucho más cuando asoma la madrugada.

Aquí, entonces, hay varias rebeldías desplegadas de forma solidaria hacia los demás: las palabras que buscan sentidos y sentires; la recuperación de la repetida magia de la radio y la necesidad humana de pensar y palpitar en voz alta, de gambetear el hueco existencial de las distintas maneras que adquiere la soledad.

El autor de este libro entretenido, profundo y convocante, es un muchacho que bordea los treinta años y está convencido que las palabras sirven para algo. Que del otro lado del micrófono y la música hay algo más que silencio.

Es un buscador atento, este muchacho Santiago. Y lo hace desde una ciudad que en el último medio siglo asistió a su propio despojo sin mayores gritos.

Rosario era a principios de los años setenta el corazón del cordón industrial más importante de América del Sur después de San Pablo. Ciudad obrera, industrial, portuaria, ferroviaria y capital nacional del fútbol. Geografía de trabajo y, por lo tanto, de inclusión social, rebeldías varias y culturas de avanzadas.

Pero vinieron los planes de devastación y la región fue otra.

Y los que ahora gritan son las pibas y los pibes herederos de tantos silencios cómplices que nunca quisieron hacerse cargo del dolor y el costo que iban produciendo esos robos sistemáticos que sufrió la ciudad.

Ya no está la ciudad obrera ni tampoco la industrial. El puerto es un misterio del que no se habla porque sus dueños son, a la vez, los que manejan los grandes medios de comunicación. Y los ferrocarriles son vías para fantasmas y el cereal y el mineral que son argentinos pero que se van afuera de la Argentina.

Entonces la ciudad es un lugar más en el mapa del actual circuito de dinero fresco de capitalismo, del narcotráfico y los pibes y las pibas como Santiago son convertidos en soldaditos, consumidores consumidos que creen cada vez menos en las palabras y cada vez más en las armas que les aportan los siempre presentes policías corruptos.
Los números oficiales gritan que ocho de cada diez pibes y pibas no terminan la escuela secundaria en la ciudad y que la mayoría de los desocupados son ellos mismos. Y vienen los gritos desesperados, la sangre joven derramada en los barrios.

Santiago es uno de esos pibes pero se rebela, una vez más, al mandato de pesadilla y todas las noches, rema contra la corriente del escepticismo y la facilidad intelectual.
Santiago piensa y siente de acuerdo a las palabras que le navegan por dentro y con ese río invita a sus oyentes a que lo sigan por sus recorridos, muchos de los cuales están en estas páginas aluvionales.

El libro que usted tiene en sus manos es la porfiada obstinación de un muchacho que no quiere ser uno más y que pretende que la vida sea la fiesta que promete ser a cada paso.

Como en los viejos relatos de otros tiempos, aquí no solamente hay apuntes sobre lo social, sobre aquello que ocurre a distancia de uno, sino que también existen observaciones muy íntimas en relación a los amores, los odios, los prejuicios y los valores que ya no cotizan en bolsas celebradas por la gran prensa.

Es una gran alegría este libro de Santiago.

Es la clara demostración que lo humano sigue siendo la insistente pelea del amor contra el poder y la muerte en sus distintas caras y máscaras, como dirían los grandes escritores.

Es la confirmación que muchachos como Santiago ofrecen la certeza de saber que el futuro no tiene cerrado el color negro ni la angustia como horizonte permanente.

De allí que los invite con muchas ganas a sumergirse en estas páginas, en este río de palabras que, por otra parte, son las que todas las noches, desde un micrófono arrabalero del éter, un tipo joven nos ofrece para volver a sentirnos vivos y todavía con tiempo para cambiar aquello que nos hace mal.



Carlos del Frade
Rosario, enero de 2013.

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