3.10.13

Encuentro 93 | Programa del 3 de octubre de 2013 | Suena: Perros

Jueves en Está En Vos

La Mississippi con la primer pieza canina + "Negarse la vida en vida", o la máxima absoluta de conducta del imperio del capital (o uno de los puntos del segundo ensayo del conductor del programa, en breve presentado) + Nos adelantamos un día y le festejamos el cumpleaños al amigo Gonzalo Aloras + Mortadela Rancia y etapa solista + Con la gente de "Mentira la verdad" retomamos un asuntito mucho más intricado de lo que se supone: LO REAL + Bien vale preguntarse: ¿qué es la realidad? + De perros que suenan: Los Piojos, Maná y Molotov + Corporaciones, gobiernos y complicidades flagrantes (Monsanto en Córdoba)+ A 45 de la matanza registrada en la plaza de Las Tres Culturas, en Tlatelolco, al centro de la Ciudad de México, la represión que continúa + Pedro Aznar + Radio Clash Especial: 4 de octubre, día de las cantoras + Celebraciones a Mercedes Sosa y Violeta Parra.

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Negarse la vida en vida - Por Santiago Grandi.

“El sistema en el que vivimos es un intento desesperado-organizado por someter a las personas libres y creativas y convertirlas en esclavos de automatismos y costumbres. Cuando una organización te impone costumbres, está sometiendo tu libertad de crear a la mera repetición de actos estúpidos, y todo lo que uno haga por costumbre, es una evidencia de estupidez". Yo, Juan Pérez.

Ninguno de los mandatos hacia los que nos han orientado ha calado más hondo en nuestros espíritus que aquellos que nos instan a sacrificar nuestra vida, ocio y placer en el presente -en la Tierra, en este preciso momento- en nombre de alguna clase de bien por venir, o en pos de acceder –siempre en un futuro que nunca termina de llegar- a algún status al que nos han adiestrado para que soñemos.

Esta filosofía encuentra un correlato indudable en ciertas concepciones religiosas que se encargan en dejarnos claro no bien comenzamos nuestra aventura en este suelo que todo lo que tenga que ver con el goce terrenal tiene intrínsecamente características pecaminosas, reforzando desde un comienzo sentimientos de culpa y auto represión que no hacen más que limar nuestro espíritu (que naturalmente no tiene más que infinitas ansias de libertad plena).

En este sentido, la idea de que el cuerpo no es lo que debe interesarnos en nuestra vida terrenal es una que cuadra a la perfección para garantizar el impune accionar de un sistema económico dictatorial que requiera como condición sine qua non expropiarnos del mismo. La plenitud se encuentra “en el más allá”, en esta fase de la existencia no debe ser lo más relevante, pero eso sí, antes de llegar al paraíso no te olvides de cumplir ciertos requisitos incuestionables como encontrar un trabajo, “poner el lomo”, formar una familia, asegurarte que ésta consuma –cuanto más, mejor- y de tener miedo durante toda tu vida a todo (más que nada a perder tu empleo –¡a ponerse la camiseta de la empresa!-, y sobre todo a la muerte, así en lugar de dedicarte a ser feliz y vivir plenamente cada uno de tus días, te preocupas cada segundo de tu existencia en temerle a “la muerte”).

“¿Por qué no decidimos ser felices ahora, en el más acá? Si la felicidad verdadera no es más que una simple decisión ¿Por qué condenamos la única oportunidad de vivir que nos dieron al sufrimiento? ¿Cómo puede ser que la represión sea el camino a la plenitud?”

La construcción de esta forma de sujeto histórico que religiones como el cristianismo  (responsables y cómplices) moldaron a lo largo de los siglos fue indudablemente necesario a la hora de articular un diseño de mundo que nos insta al sacrificio, el dolor y el despojo “presente” en nombre de un bienestar “por venir”. Las frases hechas de las sociedades capitalistas occidentales, así como los lugares comunes del pensamiento, hablan a las claras de esta situación. Si “al que madruga Dios lo ayuda”, de la misma manera que acepto las condiciones de explotación imperantes bajo el precepto de llegar a ser “alguien el día de mañana”, el beneficiado, siempre y esencialmente, será ese sistema económico –con su mínimo porcentaje de privilegiados- que requiere de nuestra enajenación “consciente” para que, no importa cómo o a qué costo, seamos siempre seres productivos que transforman su tiempo en dinero. No interesará que nuestro trabajo esclavo dinamite nuestro autoestima o nos destruya psicológicamente, en última instancia siempre recordaremos que “el trabajo dignifica”. “¿Por qué aceptamos cumplir con mandatos que atentan contra nuestra libertad, contra nuestra felicidad inmediata?”

La verdad –evidente- sea nuevamente dicha: lo que usualmente comprendemos por “religión” –al igual que el sistema- tiembla ante la aparición de los seres humanos libres, de las personas que osan decidir por sí mismas y que no están dispuestas a amoldarse a sus estructuras que nos obligan a reducir nuestros deseos a meros actos consumistas y a estar siempre dispuestos a despojarnos de la dicha y el goce.

“Imagínate a toda la humanidad repleta de seres libres, creativos, creadores, felices, improvisando placer. Sería el caos del sistema establecido”.

Sería NUESTRO paraíso. El de TODOS.

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