4.11.08

13 años, y van...

















Hace 13 años se produjeron en la fábrica militar de Río Tercero una serie de explosiones que mataron a 7 personas, hirieron a otras trescientas y destruyeron buena parte de la ciudad. Ni bien esto ocurria, el entonces presidente Menem se encargaba de dejar claro que se habia tratado de un accidente e instaba a los medios a que no hablen mucho del tema.

Desde luego que esto no fue posible, y poco a poco comenzaron a tejerse conjeturas. La más precisa, la de que el supuesto "accidente" habia sido premeditado. El motivo era claro. Ocultar el faltante de armamento de la fábrica, puesto que dichos artefactos habian sido vendidos ilegalmente a Croacia (recuerdan la venta ilegal de armas de Ecuador y Croacia entre los años 1991 y 1995, ¿no?)

Durante estos largos años la causa judicial ha tenido varios vaivenes, cambios de jueces y demás. Uno de los últimos hechos fue algo indignante. A finales de 2006 el conjuez de Río Cuarto Diego Estévez decidió sobreseer a los seis militares que estaban acusados de la voladura, transformando a la tragedia de Río Cuarto en un hecho lamentable, sin culpables.

Ya en 2008, hace poco más de 2 meses, Oscar Valentinuzzi, juez federal de Río Tercero, decidió procesar (sin prisión preventiva OBVIAMENTE) al ex presidente Carlos Menem, a Heriberto Baeza González, ex secretario de Planificación para la Defensa, y el número dos de Fabricaciones Militares, Norberto Osvaldo Emanuel, por la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero. Los tres fueron embargados además en 200 mil pesos.

No obstante este hecho, lo cierto es que nada está claro. Haciendo clara alusión a la velocidad con que la "justicia" se mueve en Argentina, la tragedia (premeditada) de Río Tercero sigue, hoy en día, sin hallar sus culpables. Aún cuando las evidencias que apuntan a la hipótesis de que el acto fue premeditado siempre fueron claras, y las pruebas demostradas por demás satisfactorias, la realidad marca que el 3 de noviembre de 2008 se cumplió un nuevo año de injusticia. Y los culpables, dando vuelta por la calle. Eso sí, pagando algún que otro dinerillo para comprar su libertad.

Por Santi Grandi & Chueco García.

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