1.10.09

Analicemos

Carlos Menem, Galeano, Anzorreguy y el "Fino" Palacios fueron procesados en la causa AMIA por encubrimiento y obstrucción de la investigación.

El sentimiento que se tiene ante esto es, a esta altura, vergüenza. Y está claro por qué. Cuando uno se da cuenta que un ex-presidente de un país es acusando junto a los máximos responsables del servicio de inteligencia y la policia metropolitana (sumándose a ellos está un juez de la nación) de encubrir deliberadamente y desviar la investigación del hecho terrorista más aberrante de la historia argentina, no se puede más que sentir vergüenza. Propia y ajena.

Es que es esta la calidad institucional que como sociedad ayudamos a construir entre todos. A estos señores se les dió libertad para que hicieran lo que hicieron, enceguecidos (nosotros y ellos) por el brillo de un mundo al que nunca perteneceríamos, y que nos vendieron como eficaces espejos de colores.

Dista de ser agradable pensarlo así, pero la más fácil es evadir y desligar responsabilidades. Y si bien la noticia del procesamiento de estos 4 despreciables sujetos no deja de ser algo decididamente positivo, lo cierto es que en un análisis más profundo debería aparecer alguna vez la autocrítica.

Los 90 como un todo (con su vaciamiento cultural, económico y educativo; sus aberrantes atentados terroristas; su cinismo descarado) existieron por una multiplicidad de factores. La elección de ese modelo por parte de una gran proporción de la población es uno de ellos. Quizás el más importante. Y muchos veces, el más olvidado.


Por Santi Grandi & Chueco García.

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