10.10.13

Encuentro 96 | Programa del 10 de octubre de 2013 | Suena: El Diablo

Jueves en Está En Vos

Arrancamos nuevamente con la muchachada amiga de Cucarachas + Gil Scott-Heron y el adelanto del tema sonoro de la noche + De la mano de JP Feinmann, hablamos de "El otro demoníaco" + Lo que el capitalismo hace, y lo que lo transforma en insostenible y antihumano + A 26 años exactos de la presentación de "After chabón" en Obras, excusa para hablar y escuchar a Sumo + Las piezas "menos" conocidas y cierre con "El cieguito volador" + Parte del primer ensayo del conductor, "El paraíso perdido", o el diablo hablándonos y contándonos secretos + El diablo: Intoxicados, Paul McCartney y Charly García + La codicia y la avaricia, características diábolicas vistas, por caso, hace pocos días en Misiones + Lo que también puede ser un programa de radio, y difusión a notables reflexiones de Rita Terranova + Babasónicos + Radio Clash: el cumpleaños 58 de David Lee Roth + Van Halen y "Just a gigolo".

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"El paraíso perdido" - Por Santiago Grandi.

Las palabras salían de la boca del mismísimo Satanás, llegando a finales del siglo XX. El triunfo al parecer definitivo de una forma de concebir la vida en este planeta se hacía evidente. Nietzsche ya lo había adelantado: Dios había muerto, pero con la conveniente aclaración de que éramos nosotros quienes lo habíamos matado. Y en ese contexto, entonces, echando una mirada hacia atrás desde 1997, ¿quién estando en sus cabales podría negar que el siglo pasado no le perteneció completamente a aquél endemoniado personaje?

Puede que la vanidad sea definitivamente su pecado favorito, y el más de moda, pero hay más. Mucho más. La insensibilidad en su máxima expresión, la crueldad de unos con otros, la sombra del rencor, la avaricia y el servicio únicamente destinada a satisfacer el  interés propio. ¿Es acaso así como caracterizaríamos a una criatura especial de Dios?
A pesar de todas las advertencias, desoyendo todos los avisos a cada paso del camino, vimos a esta criatura rebotar constantemente, como un juguete. Como un lastre humano de codicia egoísta sobre ruedas, soñando con el progreso. Soñando con y para poseer cosas.

El siglo XX terminaba, y el nuevo milenio estaba a la vuelta de la esquina. Había que fijarse bien en estas criaturas, porque eran los modelos a seguir, la referencia obligada para los próximos mil años.

Los orígenes de esta gente, de estas criaturas especiales de Dios en un mundo sin Dios, no eran ningún misterio.

Agudizas el apetito humano hasta el punto en que puede dividir átomos con su deseo. Construís egos del tamaño de catedrales. Híper conectas el mundo a todos los impulsos del ego mediante fibra óptica. Lubricás hasta los sueños más estúpidos con fantasías enchapadas en oro, hasta que cada persona aspira a ser emperador, o a ser su propio dios. ¿Y después, qué? ¿Qué podíamos esperar que pasara, con esta base moderna?

Y mientras corríamos de un asunto al siguiente, mientras enfocábamos todas nuestras energías en aquellas cosas que valen para el hombre como exterioridad pero no constituyen el vivir, ¿quién ponía los ojos sobre el planeta? El aire se espesó, el agua se agrió. Los ríos y el suelo se contaminaron. Incluso la miel adquirió el saber metálico de la radioactividad. Y lo que es peor: el proceso siguió adelante, cada vez más rápido.

No tuvimos la chance de pensar, ni de prepararnos. Se trataba simplemente de comprar futuros, de vender futuros, ¡cuando así no había ningún futuro!

Estábamos viajando dentro de un tren desbocado, próximo a descarrilar. Teníamos a mil millones de criaturas como éstas corriendo hacia el futuro, listas para meter el puño en la concha del ex planeta de Dios, lamerse los dedos, antes de tocar sus primitivos teclados cibernéticos para marcar sus jodidas horas cobrables...

Y de repente, ¡paf! se tuvieron que dar cuenta. Tenías que pagar tu propio pasaje. Tuviste que hacerte cargo del camino escogido. Ya habías hecho tus apuestas fuertes, ya habías olvidado tu condición humana. Ya eras inmune a los resultados naturales de tu accionar, pero era un poco tarde en el juego para zafarte. Las consecuencias se hicieron evidentes, y tenías que pagar.

Tenías la panza muy llena, el cuerpo dolorido, los ojos inyectados en sangre y al vislumbrar el inexorable final que te esperaba no pudiste evitar pedir ayuda a gritos. Pero, ¿sabés qué? ¡No había quién te oiga!

Eras el resultado natural de tus innumerables decisiones equivocadas. Sobre estimulado con fenomenales dosis de amor propio y una codicia que no conoció límites, por un instante viste la realidad. Pero era demasiado tarde.

Estabas completamente solo. Eras la criaturita especial de Dios, en el mundo sin Dios.

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(*) Punto inspirado en varios monólogos interpretados por Al Pacino en su papel de John Milton en “El abogado del diablo”, fenomenal pieza cinematográfica de 1997 dirigida por Taylor Hackford. El título del mismo, desde ya, homenaje homónimo al poema del inglés John Milton publicado originalmente en 1667.


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