10.6.14

ECOS DE LA DERROTA: NOTAS DEL MUNDIAL GENTRIFICADO

Ocurrió a lo largo del 2013, y el que quiso escuchar, escuchó. Cientos de miles de brasileros y brasileras, a un año del mundial de fútbol del 2014, salieron a la calle a cantar su indignación por aquello que, segundo a segundo, se presenta más y más evidente. El diseño de mundo imperante es uno armado por y para la conveniencia de las elites. Todo el resto, las enormes mayorías de las multitudes del planeta, quedamos afuera. Y esto se ve, es palpable, representan hechos concretos que indignan y sí, cuentan con su respuesta por parte de las instituciones: usualmente la represión es la herramienta predilecta, pero no me adelantaré.

Las protestas venían, en rigor, desde más atrás en el tiempo, al menos desde diciembre de 2012. Durante el sorteo de la Copa de las Confederaciones, miles de personas hablaban a través de sus reclamos: “Queremos un mundial del pueblo”, decían. Y lo decían precisamente en parte porque el fútbol, también, va perdiendo segundo a segundo su carácter popular. Por más increíble que pueda parecer, el balónpie -en tanto ejemplo supremo del deporte al servicio de los máximos defensores de los supuestos del capital- es hoy “cosa de elites: tanto por los que lucran con él como por los que pueden acceder a los estadios. Los mundiales están acelerando ese proceso al convertir los estadios en grandes plataformas para los negocios, negando el acceso a las mayorías”. Y no sólo los niegan, sino que les pisotean toda clase de derecho y -dato no menor- les roban. Porque los dineros utilizados para la construcción de toda la parafernalia mundialista son públicos, los mismos que podrían ser utilizados para la definitiva construcción de una infraestructura que le permitiría a Brasil, por caso, dejar de ser esta potencia mundial que sorprende por ser, quizás también, el país más desigual del planeta. GEO Eventos, firma perteneciente Globo -la empresa de medios más grande-, organizó la fiesta del citado sorteo de la Copa Confederaciones. Para ello la municipalidad y el gobierno estadual de Río les dieron 22 millones de dólares. “La fiesta del sorteo, que por exigencia de la FIFA obligó a cerrar durante cuatro horas el aeropuerto Santos Dumont, se celebró en Marina de Gloria, propiedad de Eike Batista. Forbes señalaba entonces a Batista como el hombre más rico de Brasil, número 8 del mundo”. No necesitamos, tras la información que nos acerca el gran Ezequiel Fernández Moores, hacer demasiados esfuerzos para ver lo evidente: dineros públicos “entregados” a las elites, que organizan con ellos eventos a los que solo podrán acceder ellos mismos, que pasan por sobre toda clase de ley con una impunidad que lamentablemente parece no importar. O peor aún, ya se ha naturalizado. Digo, por sino se entendió: la FIFA puede exigir que un aeropuerto se cierre. Y allí estarán los Estados, para cumplirle sus deseos.


1. El (doloroso) paradigma del Maracaná.

Sigamos insistiendo para que quede claro. Tras la victoria definitiva del capitalismo a fines de la década del '80 -caída del bloque soviético mediante- fuimos testigos del comienzo del proceso de globalización neoliberal. Este acontecimiento no podía, desde luego, dejar afuera al deporte más popular del planeta (fuente de ingresos asombrosos para tan pocos). A partir de los años '90 arranca la campaña global tendiente a cambiar los perfiles de los estadios y toda la lógica propia del fútbol, cuestión que haría que año a año las clases populares viesen más y más difícil acceder a ellos. Las excusas fueron las conocidas -confortabilidad, pero más que nada seguridad-, y el resultado es el que vemos hoy día. Los “Estadios FIFA” son aquellos en los que las personas no pueden ver los partidos parados, ni salirse nunca demasiado de la raya indicada. Son aquellos que ven reducir su capacidad, transformando el espectáculo en uno cada vez más exclusivo. Y no son sólo palabras. De hecho las tribunas “populares”, como tales, no existen más.

- El mundialmente conocido estadio Maracaná es, a las claras, el paradigma máximo del proceso de acaparamiento que las elites han hecho del deporte y en particular de las Copas del Mundo. Hace más de medio siglo, en la final del Mundial de 1950 disputado también en Brasil -aquél del famoso maracanazo de Uruguay, ganándole la final al local- más de 200 mil personas asistieron a la cancha. Algo así como el 8,5% de toda la población de Río de Janeiro estuvo allí, y el 80% de los 203 mil espectadores totales estaban ubicados en las localidades generales y populares. Esos lugares eran virtualmente para todos: negros, blancos y mulatos. Pues bien, sabido es que aquél mundo ha muerto. O más bien lo han asesinado. Ningún resquicio de este mundial Brasil 2014 tiene su óptica enfocada en las mayorías. Será, bien por el contrario, probablemente en Mundial más elitista de la Historia.

El perfil completo del que supo ser el Estadio más grande del mundo nos sirve para graficar el proceso: en 1999, antes de albergar al Mundial de Clubes de 2000, el Maracaná vio reducida su capacidad a 103.022 personas. Durante los meses de abril de 2005 y enero de 2006 fue nuevamente remodelado para recibir los Juegos Panamericanos de 2007, ocasión en la que las populares fueron directamente suprimidas. Para aquella competencia los asientos reclinables instalados dejaron su capacidad en 82.238 personas.

En la actualidad, en la más clara tradición de los estadios-franquicias de los deportes estadounidenses (padres, evidentemente, de esta concepción del deporte-mercancía-espectáculo), el Maracaná es una de esas canchas “multiusos” en los que se pueden ver desde, obvio, partidos de fútbol hasta recitales y espectáculos de las más diversas índoles. Hay especies de camarotes, como en los estadios de los equipos de la NBA, con la más amplia visión del campo y vidrios que, a las claras, separan a los más privilegiados de los menos. Cuentan también con sus propios bares, aires acondicionados, televisores y demás chucherías y, en concreto, suelen ser alquilados especialmente por empresas privadas que invitan a socios y amigos (y derivados), personajes de élite que tienen el privilegio de ingresar directamente con sus autos, sin tener que vivir el trágico espectáculo de cruzarse y mezclarse con la multitud.

- Pero el proceso aún no ha terminado. La contracción continúa, y promete terminar transformando al que fue el máximo exponente mundial del acceso de las mayorías al deporte más popular, en una especie de teatro de elite, con sus sillas numeradas, “suprimiendo los espacios de creación colectiva de las hinchadas, y dejando en su lugar sólo la posibilidad de coreografías pre-cocinadas como las “olas” y el despliegue ordenado de mini-banderas individuales”. Para ser la sede de la final del Mundial y para albergar los Juegos Olímpicos de 2016 el Maracaná está siendo nuevamente reformado, para ahora sí definitivamente ser merecedor del "Patrón FIFA". “La reconstrucción costará mil millones de reales, un mínimo de 600 millones de dólares, será concesionado a la iniciativa privada y tendrá aún menos localidades que serán cada vez más caras”.

Hoy, el Maracaná es el decimocuarto estadio más grande del mundo, extremadamente lejos del Rungrado May Day de Pyongyang de Corea del Norte (país comunista, demonizado por el mundo mediátido neoliberal, y que -¡caramba!- cuenta con una cancha que, gracias a su capacidad para 150 mil espectadores, es la más grande del planeta). De todas maneras lo más importante del asunto es lo que vislumbramos de fondo: el cambio estructural del que ha sido víctima. De ser un espacio paradigmático para las multitudes, el Maracaná es ahora  -y promete serlo cada año más- un soporte más para el sostenimiento del injusto y exclusivo imperio del capital. “Una "arena" para menos de 80.000 personas. De boletos más caros y con más espacios VIP. Un estadio blanco. Eso sí, con “estándar FIFA”.

- Digamos las cosas cómo son. Cierto es que las elites han robado incluso el acceso al deporte más popular del planeta y que han reconstruido todas sus lógicas desde sus exclusivas ópticas, y para y por sus injustos privilegios. Pero esto no quiere decir que no necesiten de las mayorías. Porque si para algo las necesitan es para robarles, también, esas enormes cantidades de dinero que se recaudan gracias a sus millones y millones de aportes. IMX es la empresa contratada para administrar el futuro del Maracaná, y aquí es cuando no está demás recordar que el estadio fue remodelado con dineros públicos a un presupuesto duplicado de 600 millones de dólares. Cuando el Mundial 2014 sea historia, todo lo que ocurra en este estadio rearmado con dinero de las multitudes brasileñas será explotado por 35 años por propietarios privados. La evidencia de este robo constante me genera nauseas.


2. El derecho divino de la FIFA.

La FIFA es una de las entidades, por lejos, más corruptas del planeta. Nada tiene de secreto. Ésta, a la hora de manejar los preparativos para varias de las citas que componen sus calendarios, no sólo hace gala de su fama sino que cuenta, bochornosamente, con los avales de los gobiernos de los países de turno para virtualmente hacer lo que se le ocurra (y lo que se le ocurre serán, básicamente, cuestiones que beneficiarán a la menor cantidad de personas posible. No olvidarlo: la FIFA es una entidad de ricos que sólo responderá y defenderá los intereses de los ricos).

En Brasil, en virtud de la Copa de las confederaciones de junio de 2013, primero, y el Mundial en 2014, después, el parlamento se vio presionado (y se dejó presionar) para darle luz verde a la aprobación de la llamada Ley General de la Copa, presentada por el Ejecutivo y armada en base a criterios de la FIFA. Criterios que, en gran medida, son contrarios a la legislación del país. Pequeño detalle. ¿Pequeño detalle? Para que se comprenda: la ley especialmente aprobada para la Copa del Mundo puede pasar por sobre los fundamentos de leyes brasileras, y nada se podrá hacer al respecto. De allí que si en Brasil está prohibido vender bebidas alcohólicas en las canchas, pero la FIFA exige que así sea, así terminará siendo. Para otro momento quedaría la discusión sobre lo apropiado o no de la prohibición. No es esa la cuestión. Lo deslumbrante está en que una federación puede pasar por sobre las leyes de una nación entera, y que este hecho, como casi siempre en la historia, terminará perjudicando a las enormes mayorías. Aquellos beneficiarios del programa Bolsa Familia, jubilados, estudiantes y enfermos pagan media entrada cuando van a la cancha en Brasil, pero la FIFA rechazará estos beneficios. De la misma forma, la conocida como Ley Pelé -que beneficia a los sindicatos de atletas profesionales con el cinco por ciento de los ingresos por los derechos audiovisuales de los espectáculos deportivos- será dada de baja durante el mes que dure el mundial.

Lo decíamos y lo repetimos: nada en la Copa del Mundo 2014 enfocará sus lógicas hacia el beneficio de las multitudes, y los trabajadores informales, que son casi dos tercios de los trabajadores brasileros –otro pequeño detalle-, verán también vulnerados sus derechos: “el artículo 11 de la Ley de la Copa prohíbe la venta de cualquier tipo de mercancías en “locales oficiales de competición, en sus inmediaciones y principales vías de acceso”, sin autorización expresa de la federación. La definición y límites de las “áreas exclusivas” para el comercio de productos FIFA deberán ser demarcadas por los municipios “considerando los requerimientos de la FIFA o de terceros por ella indicados”, de la que quedarán expresamente excluidos los vendedores ambulantes en un radio de dos kilómetros de los estadios”. La evidencia de estos atropellos para con las mayorías resultan difíciles de digerir. Los agravios constantes para todos aquellos que no demuestren ser “ciudadanos-patrón-FIFA” son, en realidad, lisos y llanos delitos que cometen los poderosos con total impunidad. Y aquí descubrimos parte de la trampa, porque ¿a quién se le va a reclamar, cuando el parlamento del país accede a ceder derechos a una federación corrupta hasta la médula, dejándola que haga y deshaga a su antojo? En este contexto encontramos prácticamente imposible hablar de aquello que implicaría la existencia de apenas lo mínimo y correcto, como lo serían debates públicos a través de los cuales se pudiese comenzar a conocer el gigantesco entramados de intereses, complicidades y fraudes existentes. Los límites a los que se llegan nos resultarían graciosos sino fuese porque son reales: “El artículo 23 penaliza incluso a los bares que pretendan trasmitir los partidos del Mundial sin la autorización correspondiente si además promocionan ciertas marcas no autorizadas. La Confederación Nacional de Comercio y otras organizaciones gremiales de los comerciantes han manifestado su oposición a la Ley de la Copa. Quizá lo más grave es que el proyecto de ley prevé a través del artículo 37 que “podrán ser creados Juzgados Especiales para el procesamiento o enjuiciamiento de las causas relacionadas a los eventos”.

El poder que ha amasado la FIFA en las últimas décadas logró que su voluntad tenga en la actualidad infinitamente más valor que las voces de millones de seres humanos, que, como lo haríamos casi todos -apelando al más común de los sentidos- reclaman por aquello que realmente urge: “Queremos también hospitales y escuelas con «estándar FIFA»” o “¿Su hijo enfermó? Llévelo para el estadio”, se podía leer en las resonantes protestas de Junio de 2013.

En realidad lo que aquí ocurre es claro: la FIFA asume que el fútbol le pertenece, y a través de él ayuda a continuar globalizando el imperio del capital (¿usted cree que es casualidad que Rusia y Qatar sean las sedes para las próximas copas?). De todas formas, y para la alegría de todos nosotros (los obstinadísimos eternos justicieros), uno de los países más futboleros del planeta, como lo es Brasil, sabe que este hermosísimo y amado deporte no le pertenece a los poderosos, a los que son cada día menos, a los poquísimos dueños de la torta. Lo saben, aunque aquellos lo continúen utilizando para re-construir su mundo de élite por y para los menos, con sus “estadios FIFA, zonas FIFA, recorridos FIFA, patrocinadores FIFA, exenciones fiscales FIFA, normas FIFA, leyes FIFA y seguridad FIFA”. Las multitudes del planeta decimos, porque lo sabemos, que el fútbol es nuestro, es decir de todos y todas, aunque “el 50 por ciento de los derechos de Televisión del Mundial irán a Infront, la empresa suiza de marketing liderada por Philippe Blatter, sobrino del presidente, y los palcos VIP hayan sido “cedidos” a Match, firma vinculada también a Philippe en sociedad con los hermanos mexicanos Jaime y Enrique Byron, y el monopolio de las entradas le pertenezca a Big One”. Aunque lo burdo del hecho nos haga saber que la FIFA embolsará la cifra récord de 1800 millones de euros por el Mundial que se jugará en Brasil y que el país suspenderá una buena parte de toda su legislación nacional porque a la Federación Internacional de Fútbol Asociado, haciendo uso de todo su poder y defendiendo imperiosamente los beneficios de sus corporaciones de elite amigas, así se le antojó.


3. El mundial de las elites (contra las mayorías).




Es por una razón bien argumentada que este punto del ensayo está incluido en la sección dedicada a lo que llamo la unanimidad del capital, y en particular dentro de la tesis del diseño de mundo gentrificado. Las obras para la Copa del Mundo de Brasil, según estimaciones, afectarán a 170 mil personas que se verán obligadas a dejar de vivir en sus casas. La idea de “desalojo forzado” explica no sólo la evidente impunidad con que pueden moverse las elites a la hora de destruir y reconstruir el mundo a su antojo, sino que lo que se esconde detrás es la intensión, cada vez más descarada, de apartar de la vista todo aquello considerado “indeseable” para sus estandares exclusivos.

Los Comités Populares -creados en las doce ciudades que serán sedes del Mundial, articulados y movilizados todos bajo el sugerente lema “Copa y Olimpiadas con respeto a los derechos humanos” (1)- han detectado una suerte de patrón que se repite en todos los sitios donde habrá desalojos: “los afectados nunca se enteran por el poder público sino a través de rumores o porque se inician obras cerca de sus casas”. Y los afectados, que no vaya a sorprender, son casi en su totalidad seres humanos que viven en zonas de bajísimos ingresos, en situaciones de precariedad e informalidad (2).

Tampoco debería asombrarnos que el proceso gentrificador, como todo aquél nacido bajo el criminal supuesto del capital, requiere como condición necesaria para su realización de alguna forma de persecusión. La represión suele ser la única manera de llevar adelante prácticas como ésta, puesto que naturalmente las personas resisten lo que constituye uno más de los tantísimos atropellos a los que los somete el Poder. “Los Comités Populares afirman que en 21 villas y favelas de siete ciudades que serán sedes del Mundial, el Estado está aplicando “estrategias de guerra y persecución, como el marcado de casas con tinta sin explicaciones, la invasión de domicilios sin mandatos judiciales, la apropiación indebida y destrucción de inmuebles”, además de amenazas y corte de los servicios y otras acciones de intimidación”. La gravedad de esta realidad, uno esperaría, debiera propiciar que sea tratada, debatida y cuestionada. En otras palabras: esto no deberia ocurrir con la naturalidad con la que hemos asumido que ocurre. Esto, sin duda, es una evidencia más que nos ayuda a sustentar nuestro pesimismo racional: la violencia de los de arriba es ya definitivamente asumida como parte natural del estado de las cosas. La misma especulación inmobiliaria que expulsa a familias que habitan sus casas desde hace por lo menos medio siglo –“como sucede en San Pablo con la construcción del Parque Lineal Llanos del Tietê, una zona inundable de la que han sido removidas cuatro mil familias y serán expulsadas otras seis mil”- encuentra en las obras de la Copa otro grandísimo aliado. Todo lo que se construye alrededor de la cita mundialista facilita una misma suerte de “limpieza social” que, como último acto de indignación y humillación, se lleva a cabo con dineros públicos, que bien podrían destinarse a suprimir el déficil habitacional del país, estimado según informes de los Comités Populares en cinco millones de viviendas (3). Muy por el contrario, “las obras del Mundial, desde los estadios hasta la ampliación de aeropuertos y autopistas, tendrán un costo total de unos 20 mil millones de dólares para un campeonato que dura menos de un mes. Una cifra colosal que sale de los impuestos de los brasileños y de la que se benefician unas pocas megaempresas”.

Las Copas del mundo han sido a lo largo de su historia herramientas utilizadas para limpiar la cara y vender hacia el mundo tanto dictaduras como supuestas democracias. En última instancia, y los hechos objetivos hablan por si solos, este megaevento –el más visto por todo el planeta en simultáneo- sirve, hoy como nunca, para eternizar y expandir el dominio de las elites. Aunque nadie les haya dado el permiso, y poquísimos los hayan apoyado.
 

Escrito por Santiago Grandi en diciembre de 2013. Parte de su tercer ensayo, a presentarse a fines de 2014.

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(1) La ciudad de Río de Janeiro es la más afectada por estos procesos, en gran medida por ser también, dentro de un par de años, la sede para albergar los Juegos Olímpicos. De allí que uno de los primeros comités populares haya sido creado allí y que sus informes sirvan para dejar sentado, aunque sea mínimamente, que además de los desalojos de familias pobres, esta clase de eventos sirven, hoy como siempre, para la consumación de enormes robos hacia las mayorias. Que el lenguaje usualmente utilizado para estos hechos nos hable de “actos de corrupción” o “enriquecimiento ilícito” es simplemente una prueba más de que el Poder recurre incluso a las palabras para salvarse el pellejo. Más que corrupción, más que ilícitos, lo que los poderosos hacen es robarnos a las enormes multitudes. A no olvidarlo. “El Comité Popular de Rio de Janeiro que fue creado durante los Juegos Panamericanos celebrados en 2007, cuando la población que estaba siendo desalojada de forma forzosa para construir obras comenzó a resistir los traslados. “Además comenzamos a percibir que los desalojos no eran el único problema de los grandes eventos y observamos otros factores como la corrupción. La obras de los Panamericanos estaban presupuestadas en 300 millones de reales, pero costaron 3.500 millones”, unos dos mil millones de dólares, explica Roberto Morales, asesor del diputado Marcelo Freixo, del Partido del Socialismo y la Libertad”.

(2) A continuación, una serie de ejemplos concretos de lo que ocurre en Brasil respecto al proceso gentrificador llevado adelante con la excusa de la Copa del Mundo de 2014:

- “En la región metropolitana de Curitiba serán afectados 1.173 inmuebles para construir el Corredor Metropolitano de 52 kilómetros, los accesos ferroviarios, y la reconstrucción y ampliación de varias avenidas y autopistas. Sólo la ampliación del aeropuerto y su playa de estacionamiento implica la remoción de 320 viviendas, sin que ninguno de sus habitantes haya sido informado sobre las indemnizaciones que recibirá o dónde será trasladado”.

- “En Belo Horizonte se construye un gigantesco emprendimiento inmobiliario que ocupa 10 mil hectáreas de áreas verdes para levantar 75 mil apartamentos, que se llamará Vila da Copa, que inicialmente servirá de alojamiento de delegaciones, turistas y periodistas que asistan al Mundial. En Fortaleza serán afectadas 15 mil familias de las cuales casi 10 mil deberán ser reasentadas pero aún no han sido informadas dónde irán a vivir”.

- “La mayor parte de los afectados serán desplazados por la ampliación o construcción de nuevas autopistas. La Vía Expresa de Fortaleza atravesará 22 barrios para unir la zona hotelera con el centro de la ciudad y el estadio Castelâo. En este caso las familias pueden elegir entre una indemnización, una casa en un conjunto habitacional o la permuta por otro inmueble escogido en algún barrio de la capital. Aunque el 70 por ciento de las nueve mil familias afectadas habían elegido un conjunto habitacional, la presión social frenó todo el proceso hasta que se presente un proyecto alternativo en mejores condiciones”.

- “Cientos de casas de la periferia de Fortaleza que han sido marcadas con tinta verde para ser demolidas este año, pero los habitantes no tienen ninguna comunicación oficial que les informa cuándo se producirá la demolición”.

(3) Siempre que leo informaciones que dan cuenta de la bochornosa complicidad de los estados para con los mandatos de las elites recuerdo haber leído, hace ya varios años, que aquello constituiría  la práctica de un estado “bobo”, que fruto de su estupidez, se nos contaba, le construía el mundo a los poderosos con el dinero de todos. Lo cierto es que esta idea es peligrosamente equivocada, ya que asumirla implicaría ingenuamente creer que el Estado “no sabe lo que hace”.  Y el Estado, a través de los seres humanos que lo sustentan, claro, bien sabe lo que hace. No existe tal cosa como “Estado ausente”, sino más correctamente lo que existe es un estado al servicio de las elites. Que no es lo mismo. En este sentido, la realidad entorno al negocio que también representará la seguridad del mundial sirve como ejemplo más que claro: “El Mundial de 2014 implicará gastos de 1.200 millones de dólares en seguridad. Se contratarán 53.000 nuevos guardias de seguridad que serán los encargados de privatizar amplios espacios que dejarán de estar controlados por el país anfitrión. Cada estadio tendrá un radio de dos kilómetros en los cuales la FIFA tendrá los derechos exclusivos, o sea todo ese espacio será privatizado para la multinacional de fútbol. Los agentes seguridad serán contratados por la FIFA, pero todos los gastos serán pagados por el Estado de Brasil”.


Fuentes:

- "Por qué indigna la Copa Mundial", de Raúl Zibechi. Publicada en el sitio lavaca.org

- "El Maracanazo", de Ezequiel Fernández Moores. Publicada en el sitio canchallena.com

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