3.12.09

Estados Latinoamericanos

La salida es más intervención del estado. Mucha más de la que existe. En un panorama en el que muchos de los opositores hablan abiertamente de regresar a privatizar (Macri), y otros sectores quieren que el estado lisa y llanamente desaparezca de la faz de la tierra (cierta parte de los capos industriales), lo que antecede es importante.

Vayamos por paso. A los millonarios de siempre nunca les gustó la palabra "estado", mucho menos "estatizar". Parece mala palabra para algunos, sólo porque lo conciben como ese enemigo que viene a meter impuestos y a regularizar la cosa, haciendoles perder dinero (unico fin existencial). Ahora bien, es tarea del estado precisamente regular. ¿Regular qué? Justamente el hecho de que uno empiece a repartir un poco si se está llevando demasiado más que una enorme proporción de la población, siempre mayoría claro está.

En ese sentido el estado es el enemigo número uno. De la misma forma, es el aliado primero al que corren a reclarmarles cuando el sistema desregularizado y abierto al devenir que él mismo proponga (oda liberal) dá los signos primeros de fracaso. Así, entidades financieras que hacen perder casas a millones de personas, son salvadas de la ruina con dinero que proviene precisamente de aquellos a los que dejaron en la calle.

Este caso (el savataje económico de los Estados Unidos, para ser precisos) es un claro caso de intervención estatal en la cuna del liberalismo y capitalismo más acérrimo. Allí mismo donde se aplaude la intervención para algunas cuestiones, se censura para otras infinitamente más "humanas". Dinero para entidades financieras, sí. Dinero para salud pública, de ninguna manera.

En este sentido, y volviendo a nuestra realidad regional, para introducir los cambios estructurales que necesitan todos los países latinoamericanos lo que hace falta es la intervención del estado en la economía. En muchos casos, como el argentino, una intervención mucho más fuerte de la que existe.

Ésta receta, lejos de tener algo en común con las de la conservaduría clásica (sectores que nada nuevo tienen para ofrecer), cuenta con el aval de tener el factor esperanza de su lado. Porque en una tierra eternamente regalada a la conveniencia de corporaciones extranjeras y empresas trasnacioanles, la aparación de estados fuertes y autónomos que velen por los intereses de las mayorias históricamente excluídas es y debe ser motivo de celebración.

En América Latina hay casos bien concretos de éstas políticas, y es por ello que en muchos sectores del globo ven a esta parte del mundo como la más progresista de la actualidad. Argentina es una curioso caso en el que la tibiesa de muchas medidas, sumadas al mentenimiento de vinculos espurios entre política y negociados y a decisiones netamente favorables a corporaciones extranjeras (léase vastos sectores de derecha en general), dejan los análisis en un punto ambiguo.

Al tener un gobierno con retórica netamente progresista y espasmódicas políticas del mismo tino, y que a la vez garantiza, estimula y defiende emprendimientos como los de la Barrick Gold o Bajo La Alumbrera entendemos que nos debemos un debete serio y de fondo a la hora de pensar qué país es el que queremos. Pero siempre teniendo claro que la solución a éstas contradicciones lejos están en tenerlas aquellos que, más allá de slogans cools o publicidades buena onda, siempre piensan y pensarán que el rol del estado fue, es y será secundario.

Por Santi Grandi & Chueco García.

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