18.12.09

La Tercer Posición

La actual coyuntura que se respira en la Argentina esconde una señal altamente positiva para todo aquel que ha añorado por años, para no decir toda su vida, con un momento en el que la decisión real sobre los destinos del país sea manejada por personajes que lejos estén de ser los históricos presidentes, gobernadores o dirigentes políticos que en general nos ha entregado la historia.

En medio de un momento en que los reaccionarios, fachos y más derechosos personajes de la vida argentina se muestran a flor de piel y sin temor, y en donde las grandes empresas privadas dueñas de cientos de medios utilizan el artilugio de la libertad de expresión para exigir libertad de empresa (algo que cada vez más gente va entendiendo), vastos sectores de lo que se conoce como progresismo o izquierda encuentran una excelente oportunidad para hacer oir su voz que, por si quedan dudas, es en definitiva la única voz que cuenta con la chance real de llevar a cabo un cambio estructural en un país cada día más desigual.

El cambio es de raíz, o es mero gatopardismo. Ésta lógica, tan kirchnerista, de cambiar ciertas cuestiones para de fondo no cambiar nada, encuentra como respuesta a una derecha que vuelve a demostrar su cara más voraz e insaciable y cierta ala progresista que, por ese mismo motivo, no sabe en dónde colocarse. Claramente la salida estructural no está con los K, pero muchísimo menos con los dinosaurios que cada vez con menos pudor afirman extrañar bondades menemistas y militares.

Una tercera posición

Ésta expresión tan íntimamente ligada al peronismo más clásico encuentra en nuestra realidad una nueva significación. El panorama actual, que muchos caracterizan como la lucha del oficialismo con la oposición (planteada como un todo uniforme; cuando tal cosa es inexistente), es en realidad la lucha de un sector realmente progresista, al menos en lo que plantea, otro que en mayor o menor medida propone cambiar espasmódicamente ciertas cuestiones para de fondo seguir manteniendo las históricas ventajas de los sectores más ricos y un último que directamente quiere el que estado casi ni exista y plantea volver a ese paraíso made in "consenso" de Washington en el que el dios mercado todo lo puede y todo lo soluciona.

Ante este escenario, y estando a poco menos de dos años de las próximas elecciones presidenciales, el planteo pasa por pensar qué apoyar, y por qué. Una reestructuración real del estado, de los roles de todo actor social como tal, un gobierno que efectivamente sea por hechos considerado parte de la región más progresista del planeta, son políticas decididamente imposibles de esperar de personajes de la talla de Reutemann, Cobos, Macri, De Narváez, Duhalde, etc, de la misma forma que, en esencia, es casi imposible de esperarlas de una administración que veta fallos que protegen glaciares a cambio de apoyo en el Congreso o que, en épocas del mandato de Néstor Kirchner, extiende por 40 años las licencias de petroleras extranjeras en nuestro territorio, para citar sólo dos ejemplos resonantes.

La salida tibia, algo que tan bien representa el gobierno K (progresista hasta la médula en sus discursos, con espasmódicas pero gatopardistas medidas de igual calaña y tan de derecha en tantas otras disposiciones) encuentra un rechazo violentísimo e inédito en democracia de los sectores más conservadores de la sociedad rica, con lo cuál es válido preguntarse hasta qué punto un gobierno que efectivamente planteé políticas revolucionarias en el ámbito económico (matriz central de toda la cuestión) podría llevar adelante su plan. Con sectores de derecha que no están dispuestos a ceder ni un centavo (como lo han demostrado), la cosa pintaría muy complicada. Pero no por ello imposible.

Una de las primeras cuestiones en este sentido pasaría, como decíamos más arriba, por tomar posición. Sentar cabeza y decidir qué sociedad se quiere, qué sociedad se busca, qué se está dispuesto a ceder con tal de tener un país con justicia social y en donde la distribución de la riqueza sea algo real, palpable (comenzando a solucionar asi varios problemas importantísimos de nuestro tiempo) y no un eterno logro discursivo y de slogan.

Para terminar, y si bien falta mucho aún para decidirse, habrá que ir haciendose una idea. En caso de optar por el país progresista que el contexto regional y local nos permite aspirar a ser, hay que prepararse para los embates furiosos, desmedidos, manipuladores, golpistas y desprovistos de todo valor que la derecha llevará a cabo. Y eso, en un mundo gobernado por corporaciones, requerirá de mucha unidad ciudadana. ¿Estaremos dispuestos?

Por Santi Grandi & Chueco García.

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